Los comienzos 1985-1992. Serie Estelas de la Memoria

Tras el ajetreo del neoexpresionismo y la vuelta de la pintura al panorama artístico postconceptual de los años ochenta (momento de euforia subversiva en la que Jaime Sánchez participaría desde su postura contra el establishment, tal y como lo demuestran algunas de sus primeras series en grandes formatos y enérgico cromatismo a lo Kiefer), la obra del artista experimentará un giro radical, abordando como veremos, el lenguaje introspectivo de la pintura - pintura. Atrás quedan las grandes telas de lo que fuera su primer trabajo importante, Factorías. Una incursión en el paisaje industrial contemporáneo, pintado en Gijón, donde la fábrica se transmuta en una mezcla de exaltación expresionista suburbana y grandiosidad romántico-monumental. La serie Factorías, presentada en la Muestra de Arte Joven del Círculo de Bellas Artes de Madrid en 1985, responde al temperamento de una “pintura contaminada” a base de colores oscuros y gesto virulento, en clara rebeldía contra la pureza expresiva del arte académico.

1990 marca el inicio de la segunda etapa creativa en la carrera de Jaime Sánchez. Celebra su primera gran individual en la galería Término de Madrid bajo el título Estelas de la Memoria, presentadas en ARCO ese mismo año.
Se produce ahora una especie de “retorno al orden” (en cierto modo geométrico) dentro del cual, el artista decide cada vez más su propio destino y opta por una manera calmada y directa. La luz invade el espacio total del cuadro, adquiriendo éste pleno protagonismo, al tiempo que los breves elementos figurativos son anécdotas poéticas e “inocentes” de una leve autobiografía. Realiza también entonces su primer viaje a Italia, con motivo de la exposición que celebrará en Génova para enseñar su nueva obra. Allí toma contacto directo con otra realidad artística contemporánea, además de ahondar en el Renacimiento Italiano, período histórico crucial para todo pintor que se precie, y que le fascinará no sólo desde el punto de vista artístico, sino también en su calidad de lector atraído por el pensamiento antropocéntrico del humanismo quattrocentista.

Las pinturas de Estelas de la Memoria son cuadros muy líricos, de hondura mística, donde el blanco y los tonos pálidos (rosas, azules celeste…) llenan espacios abstractos a veces salpicados con rojos y negros brillantes, en una gestualidad controlada de drippings, tachaduras y grafismos velados… Aparecen, junto a figuras geométricas básicas, formas simbólicas que serán recurrentes en el vocabulario semiótico del Jaime Sánchez maduro (la casa, la peonza, el corazón, el pájaro, la nube…). Al mismo tiempo, el artista define una suerte de orden azaroso aparentemente ingenuo pero dispuesto en cada caso con la necesaria meditación.